Desde su aparición en la provincia china de Wuhan en diciembre de 2019, el coronavirus COVID-19 se convirtió en una amenaza para la salud pública. 

Al 16 de marzo, el número de infectados asciende a 181,546 en al menos 120 países. En China, el epicentro del brote, suma más de 81,000 casos. La enfermedad, además, se extiende por Asia, Australia, Norteamérica y Europa. 

De acuerdo con reportes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), avanza de manera exponencial en Corea del Sur, Italia, Irán, Japón, Francia, Alemania y España.

Los coronavirus, que reciben su nombre por las puntas brillantes que se observan en la superficie del virus y que se asemejan a una corona, pertenecen a la familia de los virus que causan enfermedades que van desde el resfriado común hasta el Síndrome Respiratorio Agudo Aevero (SARS, por sus siglas en inglés) o el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés).

El COVID-19 no es tan mortal como otros coronavirus antes registrados, entre ellos los dos antes mencionados, ya que más del 80% de los pacientes presentan síntomas leves y se recuperan.

La OMS explica que en aproximadamente el 14% de los casos revisados, el virus causó una enfermedad grave, que incluye neumonía y dificultad para respirar. Y, en alrededor del 5% de los pacientes, se registró una enfermedad crítica que incluye insuficiencia respiratoria, shock séptico e insuficiencia multiorgánica.

Además, solo en el 2% de los casos reportados el virus es fatal, y el riesgo de muerte aumenta si el paciente es adulto mayor. El organismo observa pocos casos entre los niños, y reconoce que se necesita más investigación para entender el por qué. 

La organización internacional advirtió que las medidas que tomen los recientes países afectados será la diferencia entre luchar contra numerosos casos o no. 

Los coronavirus pueden causar desde un cuadro leve –fiebre y tos seca– hasta una neumonía que puede ser mortal. Las personas de más de 60 años y las que tengan otros problemas de salud –como asma, diabetes y enfermedades cardiovasculares– son más vulnerables.

La OMS calcula la mortalidad del COVID-19 en un 3.4% comparado con el 1% de la gripe estacional. 

Lavarse las manos es la principal medida de precaución ante COVID-19.

Las respuestas sobre el virus 

El COVID-19 no se encuentra en el aire, sino que se transmite a través de las gotas de saliva o mucosidad que se expulsan al toser o estornudar.

Éstas caen sobre los objetos y superficies que rodean a la persona, de modo que otras personas pueden contraer el COVID-19 si tocan estos objetos o superficies y luego se tocan los ojos, la nariz o la boca. 

También pueden contagiarse si inhalan las gotas que haya esparcido una persona con COVID-19 al toser o exhalar. Por ello, es importante mantenerse a más de un metro de distancia de una persona que se encuentre enferma.

Lavarse bien las manos con agua y jabón sigue siendo la principal medida de precaución, y es recomendable estornudar en la parte interior del codo o en un pañuelo de papel que se deseche de inmediato. 

El uso de mascarillas, si no se acompaña de medidas de higiene, no es eficaz. La OMS recomienda usar los tapabocas solo si se presentan síntomas de problemas respiratorios (tos o estornudos), si se tienen sospechas de haber podido contraer el coronavirus o si se está cuidando a un enfermo.

No se sabe con certeza cuánto tiempo sobrevive el virus causante de COVID-19 en una superficie, pero parece comportarse como otros coronavirus. Los estudios realizados y la información preliminar indican que los coronavirus pueden subsistir en una superficie desde unas pocas horas hasta varios días. El tiempo puede variar en función de las condiciones –por ejemplo, el tipo de superficie, la temperatura o la humedad del ambiente–.

Si crees que una superficie puede estar infectada, límpiala con un desinfectante común para matar el virus y protegerse. 

El período de incubación –el tiempo que transcurre entre la infección por el virus y la aparición de los síntomas de la enfermedad– oscila entre uno y 14 días, y en general se sitúan en torno a cinco días. 

La probabilidad de que una persona infectada contamine artículos comerciales es baja, y el riesgo de contraer COVID-19 por contacto con un paquete que haya sido manipulado, transportado y expuesto a diferentes condiciones y temperaturas también es bajo.

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