Desde que José Ávila recuerda, sus padres y sus abuelos se dedicaban al negocio de la comida. Cocinaban para los jornaleros en sembradíos de aguacate en su natal Michoacán. La mayoría de los insumos eran producidos por ellos y lo demás lo conseguían en fincas vecinas. Eso fue mucho antes de imaginar la idea de Fletes Ávila.

Sus padres tenían una camioneta de redilas con la que cargaban las frutas y verduras para la semana. En cuanto pudo y aprendió, José fue el responsable de ir a hacer las compras. Debía tener unos 14 ó 15 años cuando dejó la escuela para dedicarse de lleno al negocio familiar. 

La vida era tranquila y mucho más sencilla. Y, además, el negocio seguía creciendo, pues también pusieron un restaurante que alimentaba a los visitantes y usuarios de la carretera. La demanda crecía y José tenía que andar más tiempo arriba de la camioneta. 

En aquella región mucha gente se dedicaba a la producción de aguacates, y fue una jugada del azar que, un día, uno de esos productores vio a José estacionar su camioneta. Se le acercó y le preguntó que si podía hacerle un flete. 

Al principio no supo qué responder, así que le explicó que hacía, pero el otro insistió y le ofreció una buena suma para hacer unos tres viajes ahí mismo sin salir del estado. José hizo cálculos y como estaba libre, aceptó. Es probable que en ese momento comenzó la historia de Fletes Ávila.

Parecía que ahí había parado la cosa, pero a la siguiente semana volvió aquel productor buscando al jovencito que trae una camioneta blanca. Dio con él y le volvió a ofrecer trabajo. 

Estaba el padre de José y le preguntó que para qué lo quería. Se pusieron a platicar y llegaron a un acuerdo. El hijo seguiría llevando algunos viajes y el productor pagaría con aguacates. Además habían resuelto un buen precio, de tal manera que a los dos les convenía. 

En eso estaban cuando la demanda del transporte de aguacates era mayor y José ya no se daba abasto, además de que tampoco podían recibir tanto producto como pago. 

El cliente le sugirió comprarse un vehículo más grande y le aseguró mucho trabajo. No lo pensó dos veces y así lo hizo. Aquí fue cuando rotuló sus vehículos con “Fletes Ávila” y ni siquiera consideró un crecimiento exponencial o temas de empresa. Era su pequeño emprendimiento. 

La relación comercial dio frutos y la flota creció, empleó a familiares y amigos hasta que diversificó la operación y los nuevos clientes llegaron solos. 

Ya con más trabajo también llegaron los retos y también los problemas, pues al salir de Michoacán ya hacía viajes hacia distintos estados y el tema normativo, los permisos, la inseguridad, en fin, los retos de la carretera también cobraron factura. 

Pero bien supo irle dando orden al crecimiento y organización a Fletes Ávila, de tal manera que delegó y supo contratar el talento adecuado para cada posición. 

Años después ya todo seguía marchando sobre ruedas, literal, y consolidó una flota moderna y siempre invirtió en capacitación para dar el mejor servicio. 

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Hoy sus hijos ya están de lleno en el negocio y también han aportado sus conocimientos y su ímpetu para llevar la empresa familiar hacia el futuro, aprovechando las oportunidades del presente.