La falta de operadores de transporte de carga es un problema que mantiene en alerta a la Cámara Nacional del Autotransporte de Carga (CANACAR) pues, entre otras consecuencias, ha afectado directamente a los proveedores de la industria maquiladora en Tijuana, Baja California, que está intentado reactivar sus actividades productivas a niveles previos a la pandemia.

En esa ciudad fronteriza el déficit es de al menos 2,000 conductores, y este escenario tiene que ver sobre todo con varones que ya no ven este trabajo como atractivo o redituable, sino como una profesión riesgosa y ardua.

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En cambio, cada vez más mujeres han empezado a incursionar como operadoras, lo cual es un gran avance en términos de equidad de género, pero podría representar un mayor riesgo para este sector. Al ser relativamente nuevas en el ramo y consideradas vulnerables, se están volviendo “presas fáciles” para las bandas del crimen organizado, quienes las amedrentan más frecuentemente para robarles la mercancía.

Adicional a todo esto, la ausencia de autoridades de seguridad pública en ciertas zonas de Tijuana se ha acentuado en la presente administración, por lo que todas estas circunstancias combinadas están propiciando un incremento en la cantidad de asaltos que ocurren en los traslados y durante el tiempo en que los vehículos están detenidos en las principales vías de entrada y salida de dicha ciudad.

Sería erróneo pensar que se deben generar protocolos de seguridad específicos y únicos solo porque ahora existen más operadoras; más bien, lo que se recomienda hacer es mantener una disciplina rigurosa en el seguimiento puntual de los ya establecidos, a efecto de continuar en fase de alerta y estar mejor preparados para prevenir y reaccionar ante cualquier intento de delito de esta naturaleza.

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Sabemos que desde las aduanas y en algunas estaciones de descanso en las autopistas, los contenedores y las cajas con las mercancías más valiosas de la industria textil van marcados y que, posteriormente, el hurto se comete con lujo de violencia en puntos críticos de las rutas. Esta situación es más recurrente cuando los transportistas carecen del respaldo tecnológico y logístico de una empresa de seguridad privada experimentada capaz de identificar dichas marcas y eliminarlas antes de iniciar el recorrido, con lo que puede anticiparse a posibles intentos de robo.

La seguridad empieza haciendo pruebas de selección y confianza al personal, sobre todo de los Cedis y en las aduanas, porque justamente ellos saben el valor real del contenedor y los datos que se manejan. La delincuencia organizada no ataca al azar, de modo que busca esos contactos de los colaboradores de los centros de distribución y paradas clave.

Al delincuente incluso le llega la información del color del contenedor, las placas del vehículo y la ruta del traslado, de manera que puede planear cómo y cuándo atacar. Utiliza jammers para cortar la señal del GPS y va preparado. Por eso lo primero a revisar, independientemente de todos los procesos electrónicos y protocolos de seguridad, es la prueba de confianza del personal que interviene en toda la cadena de suministro. Lo fundamental es el manejo de la información para realizar una investigación socioeconómica, exámenes con polígrafos, psicométricos y de personalidad a todos los colaboradores, al menos cada dos años.

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Por estos motivos, las empresas transportistas que prestan servicio a los fabricantes y distribuidores de material textil y derivados, deben trabajar con sus socios de seguridad para robustecer sus protocolos y mantener la rigurosidad de los mismos, a fin de evitar ser víctimas de la delincuencia organizada y no solo proteger sus inversiones, su personal y sus activos, sino la continuidad de la economía de la región e, incluso, el bienestar de miles de mexicanos.

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