Martín Wilberd Rivera Cisneros nació en Veracruz, y entre sus primeros recuerdos está el de sus tíos manejando hacia los cañaverales en las tardes de mucho sol. Apenas era un niño de unos ocho años, pero desde entonces le gustaba ver cómo se conducía un coche, una camioneta o un camión. Lejos estaba de ser bautizado con el 10-28 de “El Wolverine”. 

Apenas iniciaba la década de los ochenta y él ya sabía todos los movimientos para mover una camioneta. Tanta era su atención en la conducción que uno de sus tíos le preguntó, con cierto tono de mofa, que si ya había aprendido. Y él rápido respondió que sí. 

-A ver, pues, manéjale. 

Intercambiaron lugares y Martín todavía no alcanzaba los pedales, pero no fue razón para impedir esa primera hazaña, ya que su tío traía unos polines en la parte trasera y se los amarró a los pies.

A la primera pudo mover la camioneta y aunque le costaba trabajo darle vuelta al volante, no se achicó y movió la camioneta hasta que su tío le dijo que se orillara. Y hasta la estacionada le salió bien.

Desde ahí nació su gusto y su afición por el volante, y no sólo eso sino que ya nunca se bajó de cualquier vehículo que pudiera manejar. De hecho por aquella infancia seguía preguntando cosas que le causaban interés como para que servía tal borón o esa palanca o y alguno de los tíos siempre le respondía. 

Hasta que cumplió 13 años y dejó su casa y su familia, pues quería conocer el mundo y buscar mejores condiciones para construir una vida distinta, así que migró hacia la Ciudad de México en donde habría de vivir con unos familiares que ya le habían conseguido escuela y trabajo. 

Martín recuerda que nunca se estaba quieto, que siempre buscaba qué hacer o qué aprender y eso, muy rápido, lo llevó a subirse a las camionetas de la primera empresa en la que trabajó tras su llegada a la capital. 

Vieron que lo hacía muy bien e, incluso, desde antes de ser mayor de edad, le ayudaron a tramitar su licencia de operador tipo B. Esos fueron sus pininos en el volante de esta historia con más de 30 años de experiencia. 

Luego de migrar entre un 10-28 y otro, este del “Wolverine” es medianamente reciente, ya que ha tenido que sortear todo tipo de adversidades y vicisitudes tanto en el camión como en su vida personal, y para muchos resulta increíble que siga vivo, pues según les ha toca ver, no ha sido fácil librarla, de tal manera que al igual que ese superhéroe de Marvel, no se puede morir. 

Luego de tanto tiempo en el volante, lo que más le gusta al “Wolverine” es haber encontrado a personas muy valiosas en su vida, pues desde que dejó su casa a los 13 años en la carretera es donde ha encontrado a personas que se preocupan por él y hasta lo han cuidado, ha encontrado otra familia. 

Hoy tiene una esposa y tres hijos, y vive en Hidalgo, sin embargo gran parte de su tiempo se la pasa haciendo fletes, pues ésta es su máxima pasión y lo seguirá siendo hasta que se retire e, incluso, hasta siempre, pero mientras, a sus 51 años, considera que falta mucho por hacer para mejorar el sector, cada uno desde su trinchera. 

Empezando por el tema de la seguridad, pues es el principal problema para el sector y para los operadores, quienes están siempre expuestos y vulnerables ante la delincuencia, y en muchos casos, las autoridades de los tres órdenes de gobierno no hacen su trabajo o simplemente están coludidas con quienes roban al transporte. 

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En tanto, él como operador también tiene la responsabilidad de cumplir las normas, de dar un servicio de calidad y, en la medida de lo posible, permear este sentido de responsabilidad entre sus colegas, ya que se ha encontrado de todo, desde los más responsables hasta los menos leales.