En su familia había muchos médicos. Quizá por tradición o un poco por la presión de su padre, Miryam también se puso la bata y terminó la carrera de medicina; incluso ejerció un par de años antes de subirse a un camión, aunque estaba todavía muy lejos de imaginar hasta dónde llegaría lo que empezó como una “travesura”. 

Antes de convertirse en “Miryam la Pipera”, esta conductora era una joven con dudas, sueños e inquietudes normales a su edad. Aunque seguía aprendiendo sobre medicina forense, un buen día se fue a Celaya a visitar a uno de sus hermanos y se puso a vender shampoos en una gasolinera. 

Cuando llegó un camionero, le preguntó si podía ver su vehículo por dentro. Desde que era niña se asombraba cuando veía los tractocamiones en carretera y le parecía algo casi sobrenatural poder mover un monstruo de ese tamaño. En esa ocasión, cuando conoció uno por su interior, quedó flechada para siempre. “De aquí soy”, dijo.

Después conoció a otro operador, Gonzalo, con el que trabó una gran amistad. Él la invitó a hacer unos viajes y, contra la voluntad de su familia, ella se fue. Conoció distintas ciudades y en ningún momento dejó de maravillarse de ese trabajo. Luego de varias vueltas lo convenció para que le enseñara a manejar, y ya nunca soltó el volante. 

Nadie estaba de acuerdo en que dejara la bata para subirse al camión, pero ella sabía que para eso había nacido. Al final, Gonzalo la llevó con su patrón y le dijo que su amiga quería trabajar en la misma empresa, que si le daba una oportunidad. Era la década de los 80 y ver a una mujer al volante era impensable. 

Con un poco de mofa, morbo y muchas dudas, el dueño de la empresa la puso a prueba. Le dio las llaves de una “mesa de billar” y se subió con ella, no sin antes revisar los niveles, checar que todo estuviera bien y listo para tomar carretera. Ese fue el primer viaje, aunque corto, de La Pipera.

Al regresar, sorprendido, el dueño la contrató y hasta le dio un vehículo con mayor tecnología, pero ella insistió en que le dejara el mismo DINA con el que hizo las pruebas. También se lo concedió. 

Ya con trabajo y oficio nuevos, ahora sí notificó su decisión a la familia, la cual, como se decía en aquel tiempo, pegó el grito en el cielo, pero al final cedió pues los padres vieron a su hija plena y llena de pasión por este oficio. Le dijo a su mamá que solo lo haría por tres meses, y  ya está por cumplir 38 años manejando. A partir de ese momento, Miryam ya no se bajó del camión y siguió ganando experiencia y reputación. 

Al mismo tiempo, las películas de Rosa Gloria Chagoyán, la famosa “Lola la trailera”, estaban de moda y la comparaban mucho con ella, pero Miryam dijo que no, que ella era “Miryam la Pipera”, y así se le quedó este mote, con el que se ha ganado el respeto de hombres, mujeres, directivos, clientes y todo aquel que conoce su historia. 

Casi 40 años después, La Pipera sabe que no es fácil para las mujeres abrirse camino en un sector tradicionalmente reservado a los hombres, pero está satisfecha de haber participado para que hoy haya cada vez más operadoras, aunque todavía queda mucho trabajo por delante. 

Ahora recorre más kilómetros tanto en México como en Estados Unidos, pero quiere dedicar el final de su carrera a la capacitación de nuevas operadoras, porque está consciente de que lo mucho que aprendió y recibió solo sirve si es compartido, de tal manera que no pierde la oportunidad de dar un consejo o compartir sus experiencias con quien se muestre interesado. 

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De hecho, actualmente se exhibe un documental llamado “La Pipera”, en el que el director, Miguel Pérez, cuenta esta historia con imágenes y videos reales, en los que la propia Miryam y quienes la conocen cuentan esta historia realmente inspiradora.