La mañana del jueves 4 de febrero, Ulises había tomado camino. Debía llevar un flete con sandías de Irapuato a Nogales. Sin contratiempos llegó hasta Sonora, y ya le faltaba poco para entregar la carga cuando el tracto empezó a jalonearse. La pura inercia del viaje le permitió apenas orillarse por ahí del kilómetro 15. 

El vehículo quedó inerte. La hipótesis del operador apuntaba hacia una falla en la transmisión. Bajó del camión, echó un vistazo y notó que no había logrado salirse completamente del camino. La luz del día podría advertir a otros conductores sobre la mole de hierro que apenas estorbaba tantito. El problema sería ya de noche. 

Llamó a la empresa para avisar. Su patrón le pidió que ahí se quedara a cuidar la carga y el camión. Él se encargaría de conseguir las refacciones y solucionar la falla mecánica. Las horas del primer jueves de febrero se quedaron atoradas junto con Ulises León. Le llegó la noche y durmió dentro de la unidad. 

Al otro día, mientras se escondía del rayo del sol y racionaba la poca agua que le quedaba, un vehículo se estrelló contra el tracto. Al parecer no fue tan grave, pero igual había que hacer el trámite. Su jefe pospuso la búsqueda de las refacciones para volar a Sonora y solucionar el tema legal. Justo en ese encuentro resolvieron rentar otro tracto para entregar el flete. Antes, con ayuda de una camioneta, avanzaron un poco más el camión descompuesto hasta dejarlo en un lugar más seguro para todos. 

Ulises regresó de la encomienda y siguió resguardando la unidad. Ya en pleno fin de semana, en medio de la nada, se alejó unos momentos para conseguir un baño. A su vuelta se dio cuenta de que le habían robado. Abrieron el camión y se llevaron sus pertenencias: un poco de efectivo, cartera, documentos. Y no podía hacer mucho, pues su patrón seguía buscando las refacciones. 

Un colega operador se detuvo para preguntar si podía auxiliarlo. Tras contarle la odisea, el buen samaritano le dejó unos pesos y un poco de agua. También tomó fotografías para publicarlas en redes sociales y solicitar el apoyo de quienes pasaran por ahí. Una página en Facebook, llamada Cada Evento Hermosillo, publicó las imágenes y el mensaje tuvo un eco insospechado. 

Decenas de automovilistas, gente de a pie y más colegas operadores se volcaron en ayuda. Un día, dos, y Ulises no dejaba de recibir apoyo, sobre todo en especie. Hasta su familia, en Guanajuato, se enteró de la situación por las redes sociales. 

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En tanto, el patrón al fin había conseguido las refacciones y, de camino, su vehículo también tuvo una falla en las llantas. Se retrasó, por lo que fue hasta el miércoles, apenas entrada la mañana, cuando se reunió con Ulises. Mecánicos de la región se hicieron cargo de la compostura y, ahora sí, de regreso a casa. 

Ulises no la pasó del todo bien, incluso perdió algunas pertenencias, pero sin duda recordará esta experiencia con una sonrisa, pues la comunidad de Hermosillo, así como tantos viajeros, no le permitieron sentirse solo. Sabe que en el camino uno se encuentra de todo. Y sabe, también, que siempre habrá alguien solidario que pueda echar la mano en esta remota Autopista del Sur.