Sergio Antonio Rayo Cruz manejaba su Hikari cuando el rojo del semáforo lo detuvo. En la esquina, una concesionaria Dina celebraba su inauguración. Él veía a las edecanes, el movimiento de las personas y escuchaba el barullo hasta que alguien le hizo la seña universal de “ven”. Se estacionó y fue. Salió de ahí con los papeles de su primer camión. 

La escena vive intacta en la memoria de este transportista chiapaneco que en 1989 fundó Transportes Rayo. Siempre que la recuerda sonríe por la habilidad de aquel vendedor que lo vio en el semáforo y no solo lo hizo participar de la inauguración, sino que le vendió un torton.

Así empezó esta empresa, pero su origen se remonta diez años atrás, cuando Sergio Rayo terminó sus estudios universitarios en la Ciudad de México, lejos de su natal Tuxtla Gutiérrez. Ya tenía trabajo en la capital como contador de una empresa que le prometía un buen futuro. 

Sin embargo, su padre trabajaba como contratista de la Comisión Federal de Electricidad y era responsable del megaproyecto de Chicoasén, la presa hidroeléctrica más importante de México. Le dijo a su hijo que se fuera con él a Chiapas, que había mucho trabajo y mejor salario. Así fue. 

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Inició como checador de materiales y muy pronto ascendió a almacenista, por sus estudios universitarios. Al terminar el proyecto consiguió trabajo en la presa Peñitas, también en Chiapas. Ahí fue administrador en el Departamento de Transporte cerca de seis años y aprendió de todo. 

Hasta que un día su jefe lo mandó por bentonita a La Laguna en Torreón. Debía conseguir, para empezar, 60 toneladas de prueba. El problema no fue llegar ni conseguirla, sino bajarla hasta Chiapas. No había fletes en esa ruta. Aun así, lo consiguió, a un sobreprecio. Ocupo varios tortons y rabones. “Era muy caro traerlo, pero era más caro no traerlo”.

Con esa experiencia realizó un estudio para conocer mejora la naturaleza del transporte en el sureste mexicano. Las condiciones, rutas, precios, oferta y demanda. No entendía porqué no había camiones en esa región. 

Acabó también ese proyecto y regresó a Tuxtla Gutiérrez. No tenía empleo, pero se encontró con ese estudio que seguía vigente y vio una oportunidad. Preguntó con algunos generadores de carga y, en efecto, el transporte en la zona era muy escaso y muy caro. Aquel empresario le sugirió comprarse un camión, que le daría mucho trabajo. 

Ahí fue cuando sucedió lo del semáforo. Ya le había dicho a uno de sus hermanos que si se venía a trabajar como operador, pues él ya lo hacía en la Ciudad de México. Apenas le dieron el camión, pasada la navidad, le habló a su hermano y éste no lo dudó y también volvió a Chiapas. 

Para empezar, Sergio Rayo se incorporó a una especie de asociación que gestionaba fletes, pero a Transportes Rayo seguido les cancelaban o les daban los peores viajes. Se salió y empezó a buscar por su lado. Había trabajo, solo era cuestión de encontrarlo. 

Y así fue, rápido se empezó a hacer de clientes y de un segundo camión. Consiguió un contrato muy importante con el DIF estatal para mover Maseca y frijol de soya. Rápido creció su flota y rápido también hacía los fletes con sus camiones nuevos. 

De pronto ya tenía cuatro tortons y un tractocamión quinta rueda. Todos nuevos y todos financiados. Muchas deudas y mucho trabajo. Don Sergio recuerda que también mucho sacrificio, por eso nombró a sus vehículos como “Sacrificio 1”, “Sacrificio 2” y así sucesivamente. El tracto fue el tercero en llegar y ese se llamó “Dulce Sacrificio”. 

Fueron buenos esos primeros cuatro años para la empresa, pero llegó aquel fatídico y “fortuito” año de 1994. Don Sergio ya tenía listo el pedido de cinco vehículos nuevos. Por una cuestión de tiempo o quizá de suerte la crisis le ganó y no tomó ese crédito. “Habría sido la muerte de la empresa”.

Pasada la crisis se acabó el contrato con el DIF estatal y de pronto se quedó sin su principal cliente, con los camiones parados, hasta que se puso a buscar y consiguió nuevas oportunidades con los ingenios. Un segundo aire para la empresa, de cara al nuevo milenio. 

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Sergio Rayo cuenta que uno de los principales hitos de la empresa fue cambiar los tortons y rabones por fulles. Transportar más con menos unidades, menos mantenimientos, menos pólizas de seguro y mayor rentabilidad. 

Su parque vehicular pasó de 32 unidades a 13 y movía exactamente lo mismo. Se volvió a endeudar, pero ahora había mayor rentabilidad. Incluso amplió su taller y después lo abrió al público, pues sabía que hacia el futuro debía diversificar el negocio. 

Así fue como se consolidó iniciado el siglo XXI y con el tiempo creó otras empresas, de otros giros. Actualmente su flota es cercana a las 30 unidades, todas en full. 

Transportes Rayo es pionera en Chiapas y sigue trabajando para los ingenios e industria alimenticia. También le tocó sortear la pandemia, como a todos, pero él considera que el principal obstáculo en la región está en los bloqueos, pues atentan contra la rentabilidad y seguridad de la población.